Título: DISPAREN SOBRE EL PIANISTA
Título original: DOWN THERE
Autor: DAVID GOODIS
Editorial: RBA
Trama: Aunque ha sido un gran concertista, Eddie vive indolentemente, con los
escasos dólares que saca tocando el piano en un bar de mala muerte, sin ninguna
ilusión pero también sin preocuparse por nada. Hasta que un día, la llegada de
uno de sus hermanos, perseguido por unos matones, le hará reaccionar aun a su
pesar.
Personajes: Edward Webster
Lynn “Eddie”, antiguo concertista de piano que actuó en los mejores teatros y
escenarios, pero al que los problemas personales le llevaron a abandonar su
carrera y arrastrarse sin ilusiones por un garito, Harriet, obesa dueña de la
taberna en la que toca Eddie, gruñona pero buena persona en el fondo, Clifton y
Turley, hermanos mayores de Eddie, que pasaron de una adolescencia salvaje y
problemática a convertirse directamente en delincuentes, Feather y Morris, matones
que van detrás de Clifton y Turley, Wally Plyne, “el Estrangulador”, el hombre
que mantiene el orden en la taberna de Harriet, que es también su amante,
antiguo luchador orgulloso de su pasado y su reputación, Lena, camarera del bar
de Harriet, que al parecer sabe quién fue Eddie en el pasado e intenta hacerle
salir de su marasmo, Clarice, prostituta amiga de Eddie, con el que se acuesta
de vez en cuando y del que encariñada.
Aspectos a Destacar: Frente a las más clásicas narraciones del género negro clásico, cuyos
hilos conductores suelen ser habitualmente policías o detectives endurecidos o
unos delincuentes aún más endurecidos si cabe, Goodis se centra en las víctimas
o en quienes, sin serlo, corren el peligro de acabar como tales, personas
normales que se ven metidas en conflictos en los que jamás hubiesen imaginado
que se verían envueltos, todo ello con un lirismo exento de sensiblería y
construyendo sólidas novelas negras. Una de sus más representativas es,
precisamente, “Disparen sobre el pianista”, que fue llevada al cine por
François Truffaut.
La Frase: Al margen de cuanto ocurriera en las mesas o la barra, el pianista
vivía aislado sin fijarse en nada. De espaldas al público y la mirada en el
teclado, se contentaba con un sueldo misérrimo y vestía como un pobre.
Fascinado ante aquel ejemplo de indiferencia, Plyne decidió que era digno de
pena por su falta de agallas. Incluso su sonrisa era neutral. Jamás la dirigía
a ninguna mujer, sino que se perdía más allá de cualquier objetivo tangible, lejos del
campo de batalla,
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