Conozco y admiro a Toti Martínez de Lezea, así que siempre la leo con gusto. Con gusto
y con cierto interés morboso, lo admito, ya que tiempo atrás nos retamos a
escribir cada uno una novela del género contrario, Toti una novela negra y yo
una histórica y, hasta el momento, ambos vamos perdiendo la apuesta. Es cierto
que yo, en algunas de mis novelas (como por ejemplo Hollywood-Bilbao, parte de la cual transcurre en los
primeros años 40, Una decisión
peligrosa, ucronía ubicada en la II Guerra Mundial o Antes de que todo se derrumbe,
gran parte de la cual alude a los años de la Transición) he tocado épocas
pasadas y que Toti, en algunas de sus obras, como La Universal, incluye algún crimen, pero si somos rigurosos
en el tema de la apuesta, de momento seguimos empatados a cero.
Por
eso mismo, aunque la propia autora me advirtió que no se trataba de una novela
negra en sentido estricto, cuando llegó a mis manos Y todos callaron el interés que siento por cualquiera de sus
obras se acrecentó. Aunque ya es conocida, transcribo la sinopsis de la obra: Vitoria-Gasteiz,
febrero de 2008. El testamento de Amelia Zabaleta desvela una desconcertante e
inesperada revelación, un secreto celosamente guardado, y cuyo origen se
remonta al pasado de la fallecida e implica a sus familiares más cercanos. Jon
Martínez de Albeniz, un detective de poca monta, será el encargado de hacer
visible el misterio. Pero ¿qué razones puede haber para ocultar algo tan
trascendental para una familia, en pleno siglo XXI? ¿Qué lleva a personas
normales a tejer una tupida tela de araña con el silencio como argumento? En
definitiva, ¿qué sucedió en esos escenarios setenta años atrás?
Nos encontramos, por tanto, con los mimbres de una
novela policial. Un protagonista cuya profesión es la de detective y un
misterio que investigar y resolver. Y es cierto, la autora no miente cuando
dice que no es una novela negra al uso, pero tampoco nos habría mentido si
hubiese dicho lo contrario. Sin desvelar la trama más que lo que he recogido en
la sinopsis, es evidente que el macguffin de la historia no tiene nada
que ver con sangrientos o truculentos crímenes; sin embargo cuando Martínez de
Albeniz profundice en su investigación se topará con crímenes pasados que aún
siguen vivos en la memoria colectiva o, como se llama ahora, en la memoria histórica
de las gentes, y también con crímenes no ya colectivos sino individuales, con
nombres y apellidos de víctimas y victimarios.
Toti Martínez de Lezea afirma, y yo la creo, que no
ha escrito una novela negra. Sin embargo, la historia que nos narra, en la que
la tristeza y la hermosura se complementan perfectamente, no deja de hacer
referencia a uno de los sucesos más negros de nuestro pasado, a un pasado que
aún no ha sido desenterrado del todo, incluso literalmente. En definitiva, que
aunque aún no tengo nada claro que haya superado el reto del que hablaba al inicio
de este artículo, Y todos callaron,
con su mezcla de novela histórica, de misterio e incluso romántica, me atrapó y
no pude soltarla hasta que leí la última línea.
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