LA NOVELA: En Aribe, pequeña
población de no más de diez caseríos y menos de cincuenta vecinos, vivió el
cazador de lobos más famoso de todo el Pirineo navarro. Medía casi dos metros
de altura y tenía la fuerza de varios hombres. Aunque rudo y de pocas palabras,
era bonachón y apacible. Ahora bien, cuando se metía en el bosque, se
transformaba en un ser temible. Su nombre era Pedro, pero en el pueblo lo
llamaban Pericón el Alimañero; en el pueblo y en toda la comarca, porque sus
servicios eran requeridos y bien pagados a ambos lados del Pirineo.
Enamorado de Elisabete, la intrépida
posadera de Esterenzubi, la pareja vivirá aventuras y andanzas que los llevaron
desde el valle de Aezkoa hasta los valles de Karrantza y Aiara, además de sus
incursiones a lo largo de toda la costa vasca. En su viaje conocerán marineros,
corsarios y contrabandistas, entre los que hallarán grandes cómplices pero
también peligrosos enemigos.
Ambientada en el siglo XVII, Lobos de nuestro escudo es un cuento
atemporal, una novela inclasificable, impregnada de un realismo mágico y un
lirismo que hacen de su lectura un placer.
¿De dónde surge la inspiración para escribir Lobos
de nuestro escudo?
El protagonista de la
historia es un personaje histórico. Se le menciona en las crónicas de la Casa
de Juntas de Avellaneda del siglo XVII como el cazador de lobos más importante
de la región, bajo el nombre de Pericón de Miñaur. Al parecer, es antepasado de
la rama materna de mi familia. La casa solariega Miñaur se mantiene en pie en
uno de los lugares más boscosos de Okondo, en las Encartaciones. A partir de
este hecho histórico se me ocurrió novelar su vida.
¿Por qué el titular Lobos
de nuestro escudo? ¿De dónde procede?
Mi madre solía cantar en casa
una canción sobre las gestas de nuestros mayores, seguramente aprendida en la
escuela, a principios del s. XX, que decía: “Lobos de nuestro escudo aullarán a
sus hazañas”… Hay lobos en el escudo de Bilbao, en el de Aiara y en el de
Bizkaia, eliminados oficialmente en este último el año 1986, en mi opinión sin
mucha razón, por interpretarse como correspondientes al linaje castellano López
de Haro, señores de Bizkaia.
La novela presenta, por
decir de alguna forma, una Euskal Herria muy naif: Mitología, folklore,
tradiciones, junto con personajes míticos: contrabandistas, corsarios… ¿Esa es
tu Euskal Herria imaginaria?
Mi Euskal Herria imaginaria
es muy parecida, salvo en el idioma, a muchos otros pueblos de Europa, con su
mitología, su religión y sus supersticiones a cuestas. Y en ese momento
concreto, mitad del siglo XVII, era así, más o menos como aparece en la novela.
De idílico o imaginario no tenía absolutamente nada. Más bien todo lo
contrario: guerras, persecuciones religiosas, la peste, la tiranía de los
reyes, la ignorancia y la pobreza.
Los personajes se mueven
por la geografía vasca, desde Lapurdi hasta Bizkaia, pasando por Nafarroa, con
toda naturalidad. La Vasconia cultural y geográfica se presenta como una
realidad incuestionable. ¿Ha sido consciente?
Totalmente. La verdadera
historia de Euskal Herria está ahí y los hechos y los documentos la ratifican.
En ese momento la Vasconia histórica estaba repartida en tres reinos distintos:
Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa pertenecían a España; Zuberoa y Nafarroa
Beherea a Francia y Lapurdi, a Inglaterra. Sin embargo, entre la alta y la baja
Navarra no había más frontera que la del contrabando; ni diferencia alguna
entre su idioma y sus costumbres.
¿Fueron importantes los
corsarios en Euskal Herria?
La derrota de España en las
guerras en que estaba metida en Europa hace que se vuelque en el dominio de los
mares y en los tesoros de América. Y Euskal Herria participa activamente en
esta aventura. Construye navíos sin parar, se lanza a por los filones de oro,
plata y especias de las Indias, pesca ballenas en el Golfo de Bizkaia y bacalao
en Terranova y alimenta de corsarios y piratas toda la costa. Solo en Bizkaia
había más de 80 buques corsarios.
Pericón y Elisabete quedan
deslumbrados por la riqueza y actividad de los puertos de Castro Urdiales y
Bilbao.
¿Quién es Pedro el
Alimañero?
Pericón es un personaje
entrañable. Grande, fuerte, reservado y hosco, pero de buen corazón. Y, sobre
todo, un hombre identificado con el bosque del que se considera parte
integrante. Duda de su profesión de alimañero porque ama a los animales y si
persigue a los lobos es porque han matado a su mejor amigo. Luego descubre ese
mismo odio en algunas personas de su entorno.
Un personaje que
evoluciona desde el odio a los lobos a respetarlos. ¿En quién te has inspirado?
En mí mismo. Si hubiese
nacido en aquella época me habría parecido. Serán los genes…
Elisabete, la mujer
protagonista, también es de armas tomar: independiente, con criterio, audaz…
¿Una decisión consciente?
Es la que necesita un hombre
a la vez bruto y soñador como Pericón. Ambos personajes, Elisabete y Pericón,
tienen algo de mis padres.
El lobo, Satán, es
el tercer protagonista de la novela. ¿Por qué un lobo?
El lobo es el más fiero de
los animales de nuestros bosques. No es de extrañar que los pendencieros
señores de la Edad Media usaran su nombre haciéndose llamar Lope y que luego
pasase a los blasones y escudos.
Pericón lo llama Satán porque
no entiende que haya matado a su amigo y lo considera la representación del
Mal. En aquellos tiempos, eso significaba el Demonio. Los instintos atávicos
del cazador por un lado, su amor a la Naturaleza por otro y las supersticiones
de la religión católica de aquel tiempo, entran en conflicto en el personaje.
Es un animal muy presente
en los escudos de villas y familias. ¿Qué ha representado el lobo en nuestra
historia?
El lobo ha causado estragos
en Europa a lo largo de los siglos. Ha diezmado a los rebaños y atacado al
hombre. En el imaginario popular es un animal terrible a batir, que ni siquiera
San Francisco de Asís consigue domesticar. Y aunque hoy en día se haya
convertido en especie protegida, siempre representará la vida salvaje, la
defensa de su hábitat y el espíritu de la manada.