Título: NOMBRAR A LOS MUERTOS
Título original: THE NAMING OF THE DEAD
Autor: IAN RANKIN
Editorial: RBA
Trama: Una cena celebrada con motivo de
la reunión del influyente y todopoderoso G-8 en Edimburgo acaba trágicamente
con la muerte de un diputado laborista escocés. Simultáneamente un violador, puesto
ya en libertad tras ser juzgado y condenado, aparece muerto violentamente.
Aunque ambos casos no tengan ninguna relación John Rebus, inspector de
homicidios de Edimburgo, decidirá investigarlos, contra el criterio de sus
superiores y de quienes, desde instancias propias del gobierno británico,
piensan que es mejor dejar las cosas como están.
Personajes: John Rebus, personaje emblemático de Rankin, indisciplinado
aunque eficaz, acostumbrado a ir siempre por libre, solitario, escéptico, honesto
y obsesionado con su trabajo, Siobhan Clarke, compañera y subordinada de Rebus,
leal a su jefe aunque no siempre esté de acuerdo con él y sus métodos, Stacey
Webster, hermana del diputado asesinado, policía dedicada a su trabajo, Gareth
Tench, concejal populista, antiguo predicador, que siempre parece estar en el
lugar oportuno en el momento oportuno, Big Ger Cafferty, uno de los más
importantes jefes del crimen organizado, enemigo sempiterno de Rebus aunque de
vez en cuando colabora con él, el comandante Steelforth, jefe de una rama de
los servicios secretos británicos, para el que lo más importantes es la “razón
de estado”, Ellen Wyllie, sargento de la División de Investigación Criminal,
antigua colaboradora y subordinada de Rebus, recelosa y desconfiada, Mairie Henderson,
periodista que colabora con Rebus, pese a haber tenido con él algún desencuentro
en el pasado que todavía colea, James Corbyn, jefe de Rebus que no aprueba su
carácter individualista e indisciplinado.
Aspectos a Destacar: El autor de la novela, Ian
Rankin, recibió el Premio Pepe Carvalho por su trayectoria en la novela negra,
en la que destacan las novelas dedicadas al protagonista de “Nombrar a los
muertos”, John Rebus.
La Frase: Le gustaba la ciudad de noche,
con los taxis y los peatones cansinos, el cálido fulgor de las lámparas de
sodio de las farolas, las tiendas apagadas y las casas con las cortinas
corridas, ciertos sitios adonde podía ir (una pastelería, un mostrador de
recepción, un casino), lugares donde le conocían y servían té, le daban
conversación. Años atrás habría podido hacer un alto para charlar con las
prostitutas de Coburg Street, pero ahora casi todas se habían desplazado a
otras zonas o habían muerto. También después de que él desapareciera, Edimburgo
continuaría y se repetirían las mismas escenas en interminable representación.
Capturarían a asesinos y los condenarían, y otros seguirían en libertad: el
mundo y el submundo coexistente a lo largo de generaciones.
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