lunes, 11 de enero de 2021

LA DECISIÓN DE JUANA MIR (ASCENSIÓN BADIOLA) - RESEÑA

En una de sus canciones, la titulada “Navarra tiene cadenas”, el cantautor navarro Fermín Valencia nos dice que la historia la hace el pueblo y la escriben contrabandistas. Y en muchas ocasiones, si sustituimos la palabra “contrabandistas” por vencedores o versión oficial --aunque en realidad no sea necesario efectuar esa sustitución--, no nos queda más remedio que estar de acuerdo.

Pero no se trata tan sólo de que la historia esté edulcorada, o directamente falsificada, a conveniencia de unos u otros, sino de qué es lo que se realza de cualquier periodo estudiado. Y normalmente los historiadores nos hablan de las grandes batallas, de los hechos más significativos de un país o de los próceres (o antipróceres) de la patria, pero casi nunca de aquellas personas insignificantes, normales, sencillas, que vivieron, y en muchas ocasiones sufrieron, esos grandes hechos que suelen pasar con letra mayúscula a los libros de historia.

Uno de esos hechos históricos que por cercanos, tanto en el tiempo (aunque casi haya transcurrido un siglo) como por las consecuencias que aún perviven entre nosotros es el de la guerra civil española. Muchos conocemos, o creemos conocer, los episodios más sonados e importantes, la batalla del Ebro, la defensa de Madrid, el bombardeo de Gernika, la represión posterior contra los vencidos o el asesinato de García Lorca. Pero hay muchas historias más, tal vez con minúscula, que merecen ser rescatadas. Eso es lo que ha hecho Ascensión Badiola en su novela “La decisión de Juana Mir”, ganadora del premio de novela Ramiro Pinilla 2020.

Badiola utiliza a un personaje real, la propia Juana Mir, para crear su novela. Juana Mir fue una periodista navarra, criada en Bilbao, que consiguió tener una columna titulada “La mujer escribe” en el periódico “La tarde”. En la novela la autora recrea libremente, aunque con un respeto y una sensibilidad exquisita, lo que pudieron ser los últimos días de su protagonista. Una mujer que siempre había deseado triunfar en un mundo de hombres pese a los obstáculos que tenían en aquella época. Una mujer que pese a ser católica y de derechas, o quizás por su modo de ver lo que tenía que significar ser católica y de derechas, denunció desde su columna los horrores del bando sublevado. E incluso pretendió sin conseguirlo (la censura no era patrimonio de un solo bando) denunciar los excesos del bando republicano al que aún se sentía afín.

Juana Mir, el personaje, y seguramente también la persona real en su momento, oscila durante toda la novela entre un optimismo que le invita a soñar con que no va a ser víctima de la represión ya que no ha hecho nunca nada malo ni deshonesto y un realismo que le dice que quienes están ganando la guerra desconocen lo que es no ya la justicia, sino ni siquiera la compasión. Y a pesar de eso sigue luchando contra todo aquello que cree que está mal o es denunciable. E incluso cuando ya percibe que van a detenerla y juzgarla en lo que no va a ser más que una farsa, hace un canto a la vida.

Personalmente desconocía la existencia de esta mujer como desconozco, me temo, la existencia de muchas otras personas que vivieron y sufrieron no sólo en esa guerra sino en muchas otras situaciones descritas por unos libros de historia en los que no aparecen. Por eso, aparte de por haber leído una novela muy interesante, recomendable y bien escrita, le estoy agradecido a la escritora, porque a partir de ahora ya conozco un poco más de una de esas personas que hacen que no perdamos del todo la fe en la humanidad.

NOTA FINAL

La autora, al final de la novela, reproduce seis artículos de Juana Mir que fueron leídos y presentados como pruebas en el Consejo de Guerra al que la sometieron. Se trata de artículos que podrían haber sido suscritos por cualquier persona decente, ya sea de derechas o de izquierdas, o sin ideología concreta, pero que para el tribunal sentenciador fueron motivo suficiente para condenarla a muerte. Afortunadamente, aunque sólo sea de un modo literario, Ascensión Badiola ha sido capaz de recuperarla para que sepamos quién fue, lo que hizo y, sobre todo, por qué la condenaron, aunque hoy en día esa condena nos parezca no sólo atrozmente injusta sino inexplicable.


 

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