Título: MANOS ENSANGRENTADAS
Autor: ARITZA BERGARA
Editorial: EGUZKILORE LIBURUAK
Trama: Tras un exitoso atraco a un banco, el “cerebro” de
la operación acaba con sus cómplices para quedarse con todo el botín. Pero
alguien se ha enterado de lo ocurrido y le ofrece --más bien le obliga a-- trabajar
con él en un negocio de tráfico de recién nacidos. Ambos asuntos harán que la
Ertzaintza inicie una investigación, sin sospechar que ambos casos están
relacionados.
Personajes: Martín
Alustiza, personaje recurrente de muchas de las novelas del autor, periodista
de investigación, que utiliza su profesión para intentar combatir las
injusticias que asolan nuestra sociedad, Iratxe Arribalzaga, ertzaina amiga de
Alustiza, seria y eficaz, que no comulga con los politiqueos a los que se ve
sometida en el desempeño de su trabajo, Jona than Freijomil, pequeño
delincuente, un duro chuleta de bario, que cree que ha llegado el momento de
iniciarse en asuntos más importantes que los simples robos o trapicheos, Laia
Goikuria, antigua agente de la división de policía científica de la Ertzaintza,
viuda de un ertzaina que tenía mucha relación con Alustiza y cuya muerte afectó
considerablemente al periodista, Jon Tomas, superior en la Ertzaintza de
Iratxe, un hombre que nada entre dos aguas ya que pretende estar abierto a sus
subordinados, pero acatando siempre las directrices políticas que recibe.
Aspectos
a Destacar: El tratamiento de un tema
poco explorado en la novela negra actual, la trama del robo de niños, aunque no
desde una perspectiva histórica como la de los impunes robos de niños sucedidos
durante el franquismo sino completamente actual / La ambigüedad moral de uno de
los personajes principales, intentando autojustificarse con un discurso
interior en contra de los poderosos pese a que se haya puesto a su servicio.
La Frase: Poco
a poco se fue mentalizando. Aquel era su cometido. ¿Acaso eran mejores los
banqueros, que embargaban las viviendas de las familias más humildes, las más
necesitadas, sin pensar en las personas? Él mismo lo había sufrido en sus
propias carnes. ¿Acaso eran mejores los miles y miles de soldados que jugaban a
la guerra para defender los intereses de los poderosos en nombre de tal o cual
país, en nombre de tal o cual bandera? ¿O tal vez fueran mejores los políticos,
que robaban cuanto podían del erario público, reduciendo de ese modo las
partidas destinadas a sanidad, a educación, a cooperación, a gasto social?
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