Había quedado con Goiko en una cafetería de Bilbao, pero el confinamiento perimetral de la ciudad nos obligó a olvidarnos de esa idea y finalmente acabamos hablando por videollamada. Casi mejor porque debido a ciertos detalles que enseguida contaré, no me apetecía encontrarme con él cara a cara.
El bueno de Mikel Goikoetxea parecía
encontrarse en forma. Aunque como no llevaba mascarilla, porque me llamaba
desde su despacho, pude comprobar que no se había afeitado, pese a que
habitualmente es un tipo muy pulcro. Pero una de las consecuencias de la
pandemia. Total, si por culpa de la mascarilla nadie sabe si te has afeitado o
no, ¿para qué hacerlo? De todos modos no me llamaba para que le aconsejara
sobre cómo mejorar estéticamente su aspecto personal así que, como solía
acostumbrar, fue directamente al grano.
--Egun on, Abasolo. Me he enterado de que has vuelto a elegirme como protagonista de una de esas noveluchas que escribes cuando no tienes nada mejor que hacer.
Intentaba hacerse el duro, pero conmigo no le
valía. Sabía de sobra que en el fondo estaba feliz con ser el personaje de varias
de mis novelas. Incluso se enfadaba cuando elegía otros protagonistas, pero qué
le vamos a hacer, si no encaja en la historia, pues no encaja. A pesar de ello,
como a mis lectores, sorprendentemente, parecía caerles bien, no me había
olvidado de él y le dije que sí.
--Creo que aparecerá en mayo. De todos modos, antes del verano ya volverás a estar en las librerías. Incluso nos daremos una vuelta por la Semana Negra de Gijón.
--Estupendo, me gusta mucho esa ciudad. Y, por
cierto, ¿se puede saber cuál de mis casos has elegido en esta ocasión para
novelarlo?
Vaya, hombre, la pregunta del millón. La
pregunta que hubiera deseado no contestar, aunque era absurdo. No podía
ocultárselo. Además, aunque lo hiciera, Goiko sabe leer así que en cuanto se
publicara se enteraría. Por eso me sobrepuse y del modo más firme que pude le
contesté.
--El de la chica asesinada en Laukariz, en la
urbanización de La Bilbaína.
--¿Quéééééé? ¿Tú estás loco? Joder, Abasolo, es
el único caso que no resolví cuando era ertzaina. No puedes hacerme eso.
--Tampoco exageres. No lo resolviste cuando
eras ertzaina, pero sí más tarde, cuando eras detective.
--¿Más tarde? Lo dices como si nada. Claro
que más tarde. Veinte años después, si te parece poco. Además, si cuentas cómo
lo resolví, tendrás que contar…, tendrás que contar…
Como no acababa la frase lo hice yo por él.
--¿Lo de la película? Bueno, es que es inevitable. Entiéndelo, Goiko, sin eso no hay historia.
--Venga, hombre, eres capaz de escribir una
buena novela. Qué digo una buena novela, una novela excelente sin necesidad de
hablar de la película.
--Hacerme la pelota no te va a servir de
nada, Goiko. Sin lo de la película no hay novela. Tú serás el detective, pero
yo el escritor.
--Entonces, ¿va a aparecer lo de Alabama?
--¿Tú qué crees? Pues claro que va a
aparecer. Es fundamental.
Goiko es un tío recio, fuerte, que no le teme
a nada, pero de repente le vi palidecer. Aunque quizás tan sólo fue un efecto
de la videocámara de su móvil.
--De todos modos --intenté tranquilizarle--,
no te preocupes por la película, porque voy a escribir la VERSIÓN ORIGINAL, así que seguirás siendo el héroe de la historia.
--Sí, claro --se le notaba escéptico--,
seguro. Más te vale porque si no me buscaré otro escritor para que transcriba
mis historias. No sé, alguien como Jon Arretxe o Javier Sagastiberri, un tipo
íntegro que no me traicione –fue lo último que me dijo, antes de cortar
bruscamente la comunicación.
En fin, ya se le pasará. Le conozco de sobra
y sé que está encantado de ser el protagonista de algunas de mis novelas y que
quiere seguir siéndolo. Además, lo que le dije es cierto. La versión de su
historia que aparecerá próximamente es la VERSIÓN
ORIGINAL.
Y además, qué narices. Si tardó veinte años
en resolver el caso no es culpa mía. Aunque eso no me atreví a decírselo a la
cara. Yo solo soy un tranquilo escritor, no un duro detective como él.
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