En la presente entrada transcribe una reseña escrita por el profesor Ricardo Landeira sobre mi última novela, “Pájaros sin alas”, aparecida en la revista HISPANIA (official journal of the American Association of Teachers of Spanish and Portuguese (AATSP),
El escritor vasco Javier Abasolo (Bilbao, 1957– ) se da a conocer con su primera novela, Lejos de aquel instante, en 1997, apenas cumplidos los cuarenta años. Abasolo es un licenciado en Derecho que sigue ejerciendo como abogado en varios puestos de la administración del gobierno vasco. No obstante, su haber de narrador de relatos, casi todos ellos policíacos, asciende a un total de nueve novelas, un buen número de las cuales ha sido premiado dentro y fuera de España y traducido a otras lenguas, entre ellas el francés y el italiano. A la primera ya mencionada le siguen, a un ritmo muy regular, Nadie es inocente (1998), Una investigación ficticia (2000), Hollywood-Bilbao (2004), El color de los muertos (2005), Antes de que todo se derrumbe (2006), El aniversario de la independencia (2008), Heridas permanentes (2007), y, en 2010, Pájaros sin alas.
Las novelas de Javier Abasolo están cortadas según un patrón donde lo formulario, lo subversivo y lo original se combinan según a este autor más le convenga para el caso a mano. Los títulos advierten al comprador que muy seguramente no encontrará nada lúdico entre las tapas, por mucho que el presunto lector anticipe que se lleva a casa una novela negra o policiaca en el sentido más lato del término. Es más, el propio Abasolo ha declarado en su blog que quizá el rótulo que mejor las caracterice es el de “novela de acción”, si bien a nosotros nos parece este demasiado abarcador e impreciso. Sea como sea, lo que define la novelística de Abasolo es menos la naturaleza del crimen cometido que una estructura determinada. La armazón inquebrantable de todas ellas, y sobre todo de Pájaros sin alas, es tripartita: comisión de un crimen, investigación correspondiente e identificación reveladora. Esta estrategia narrativa la comparte con todos los demás practicantes del género, sea cual sea su lengua, nacionalidad y actualidad. Abasolo ha leído a —y aprendido sobre todo de— Raymond Chandler y Ross Mac Donald, pero también, sospecho, García Pavón y Vázquez Montalbán.
No obstante, poco más comparte este escritor con sus antepasados literarios. Lo que se desprende de sus narraciones urbanas, casi todas ubicadas en Bilbao (con la singular excepción de Heridas permanentes, cuya acción se desarrolla en New York), es un replanteamiento del género negro de un modo tan radical que apenas tiene sentido seguir llamándolo de tal manera. Su desproporcionadamente disminuido público lector, dada la considerable producción novelística que le conocemos, acaso se deba en parte a que esta probablemente no atraiga al aficionado del tradicional relato policíaco. En primer lugar, la desconfianza de la policía, típica de la narrativa anterior a la suya, no rige aquí. Los ertzainas no abusan del uniforme ni son torpes en el desempeño de sus cargos. De sus filas salen no sólo los protagonistas de Pájaros sin alas sino los de todos sus libros. Mikel Goikoetxea, el personaje principal de esta última novela, es un hombre fiable, pero su humanidad es normal, no la de un héroe o un detective superdotado. Más conocido por Goiko, este agente pasa por una etapa de su vida muy difícil, al verse obligado a solicitar la excedencia de la Policía Autónoma Vasca por haber sido acusado sin fundamento de pertenecer a una red de pederastas. Fracasa en su matrimonio, pierde su reputación en el cuerpo, y vive a base de trabajos de investigación que le salen al paso, entre ellos alguno que le envía uno que otro antiguo compañero. La trama de Pájaros sin alas se fundamenta en un encargo especial hecho por Arturo Apodaca, un influyente y adinerado notario bilbaíno, hombre ya mayor y amigo del padre de Goiko. Se trata de una investigación abandonada oficialmente por la Ertzainza, una muerte declarada como suicidio, pero que el notario cree que ha sido un asesinato. Insiste entonces que sigan las pesquisas a cargo de Goiko, cuyo sueldo está dispuesto a pagar, por tratarse de la muerte de su propia esposa, María Isabel. Tanto el planteamiento como las estrategias narrativas están admirablemente llevadas a cabo por Javier Abasolo. Complicaciones sin par, como la desconfianza de ex compañeros involucrados originalmente en el caso, sus propias dudas en cuanto a la validez de las sospechas del viejo notario—ahora amante de una joven belleza con quien lo comparte casi todo—y los recorridos por clubs nocturnos de élites seducidas por la perversión y el vicio, conspiran para cerrar el círculo narrativo por donde había empezado, con la falsa acusación del policía con que se abre la narración, para cerrarse con el espectáculo de dos jovencitos obligados a un combate mortal como entretenimiento para una sociedad clandestina de viciosos.
Lo importante en la novela de Javier Abasolo no será nunca la intriga, sino la dimensión ética que confiere a las etnias perseguidas (el pueblo vasco), las víctimas del terrorismo, y con frecuencia a los atropellos a grupos desamparados, como las violaciones en serie de Heridas permanentes o la explotación infantil de Pájaros sin alas. Tampoco busca Abasolo tranquilizar a su lector restableciendo el orden social, ello sería una quimera. Desgraciadamente, a los policías que protagonizan sus relatos nunca les faltará trabajo, dado que su obra está a tono con un mundo y una realidad cuyos síntomas vitales son cada día más inquietantes. Por ello, la novela de Javier Abasolo, sin dejar de deleitar, nos aprovecha de tal modo que se erige en lo mejor del género en la actualidad literaria española.
Ricardo Landeira
University of Colorado, USA
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