Artítculo publicado en el periódico de Donostia Diario Vasco, el 26 de octubre de 2011.Redactor: Ricardo Aldarondo.
Es una novela negra, pero para transformar los estereotipos del detective, la investigación y la intriga. Es un drama personal de enfrentamiento a recuerdos dolorosos pero tiene un talante irónico y positivo. Es una novela de iniciación de un joven, pero también un reflejo de las distintas edades y de cómo no siempre lo joven corresponde a lo más innovador o rompedo». Es un relato en el que internet y las nuevas tecnologías forman parte del paisaje pero no pretende trazar un panorama de la modernidad. E incluso los roles habitualmente asociados a la mujer y el hombre, al joven y al anciano, están intercambiados en muchos sentidos, como ese hombre que trabaja en un negocio de mercería o la mujer anciana presentada como científica, comenta Luisa Etxenike.
Y, sobre todo, la forma de reconstruir la memoria, se sale de lo habitual: En un mundo en el que estamos saturados de imágenes, y proliferan los discursos y las declaraciones, me interesaba resaltar la importancia de los sonidos, muchos de ellos cotidianos, en los que no nos fijamos mucho, pero que también forman parte muy importante de nuestra memoria, explica Luisa Etxenike. Yo suelo fijarme mucho en ellos, incluso grabo los sonidos de la naturaleza, de lo que nos rodea, y quería reflejarlo en la novela.
La figura que da título al libro, ese detective de sonidos, surge así dentro de los patrones de la novela negra: Igual que el detective a menudo acaba a menudo afectado por las cosas que va investigando, el joven protagonista de la novela va descubriendo cosas en su propia vida y reconstruyendo recuerdos a través de los sonidos.
Todo comienza con un anuncio: Se hacen biografías sonoras. El chico pretende crear discos con las canciones que hayan significado algo importante en la vida de sus clientes, aprovechando la gran cantidad de música descargada que tiene en el ordenador, pero inmediatamente la propuesta toma otros derroteros. No quería utilizar las canciones para esa reconstrucción de la memoria, sino los sonidos más cotidianos, o los ruidos que pueden tener significados importantes en una vida. La idea de las canciones descargadas me interesaba por la acumulación a la que están acostumbrados los jóvenes, y que quizá no permite fijarse en los detalles. Pero los detalles son a menudo más relevantes que los grandes acontecimientos.
Ese mapa de sonidos que traza la novela no corresponde a un lugar concreto: Hay gente que me ha dicho que reconoce cosas de Bilbao, otras de San Sebastián, y algo de eso hay, porque es un lugar con metro, y con el mar muy presente, pero se trataba de crear otra cartografía que no correspondiese a una ciudad concreta.
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