Aunque la Durangoko Azoka/Feria
de Durango aún no ha terminado, tras haber estado y participado un par de días
en ella me apetece realizar una pequeña crónica, muy personal y subjetiva, de
lo que he vivido.
Ésta, por tanto, no es una crónica
periodística, entre otras cosas porque ni yo soy periodista ni es mi intención sustituir a
quienes se dedican a informarnos de este tipo de eventos, sino que me limitaré
a hablar de lo que personalmente he visto y vivido, que seguramente no coincidirá
con lo visto y vivido por otras personas.
Como este año he publicado
dos novelas, UNA DEL OESTE (Erein) y UNA DECISIÓN
PELIGROSA (Ttarttalo), aunque con suficiente separación en el tiempo y
en la temática para no cansar ni abrumar a mi legión de lectores, he acudido a la Azoka dos días, sábado y domingo, cada uno de ellos al stand de una de las
editoriales. Y tengo que reconocer que a pesar de ciertas leyendas e incluso
quejas (que no puedo decir que en muchos casos sean infundadas, yo me limito a hablar de lo que conozco) sobre los
editores, tanto el trato que siempre me han dado Iturri e Iñaki Aldekoa, de Erein,
como el de Idoia Arozena, de Ttarttalo, ha sido y es inmejorable. No son
editores, sino amigos, y eso vale su peso en oro. Si además, aprecian mis
novelas y deciden publicarlas, con ello sólo demuestran su buen gusto.
Pero aparte de editores y
editoras, he tenido la ocasión de volver a ver a viejos amigos y hacer unos
nuevos. Dolores Redondo y Jon Arretxe, que en la foto lucen la
camiseta de la colección de novela negra de Erein (Uzta
Gorria en euskera y Cosecha Roja
en castellano) casi ni me hicieron caso porque se hincharon a firmar libros y
apenas tenían tiempo para más. Yo también conseguí la camiseta, pero como llegué
más tarde no salgo en la foto. Ellos se lo pierden. Por cierto, aparte de las
novelas de Touré, Jon tuvo un éxito inmenso con su nuevo libro, de temática juvenil,
pero que los adultos podemos leer también con mucho gusto, Beti
Iparralderantz
(Siempre hacia el Norte, aunque aún no ha salido en
castellano). Y la versión en euskera de la trilogía de Dolores tuvo un éxito si
no mayor, sí similar al que han tenido sus tres novelas de Amaia Salazar en
castellano
.
Estuve también con mi amiga Toti
Martínez de Lezea, que volvió a triunfar con su novela Enda (Enda
Lur en su versión en euskera) y a la que dediqué un ejemplar de Una decisión
peligrosa. Toti, además de una excelente escritora, es también una gran conocedora de la historia
de Euskal Herria y confío que esa historia alternativa, con un Reino de Navarra
independiente y protestante como el que aparece en mi novela, le guste.
Tuve el placer de comer con
un poeta al que no conocía, Javier Azurmendi, autor de Verba polita, publicado por Erein, lo que es una garantía, así como con
Fermín Etxegoien,
un reconocido escritor en euskera y Ruper Ordorika. De mi época de
adolescente se me quedó grabado su disco Ni ez naiz Noruegako errege,
pero ha seguido componiendo, cantando y creciendo musicalmente. Que no se enfade
conmigo si hablo de esa obra, pero es que lo que escuchamos de jóvenes es lo
que más se nos queda en la mente.
Tuve también el placer de
conocer al escritor navarro Aitor Iragi, autor de A las diez en
el Diez, que tuvo la osadía de comprar Una decisión peligrosa.
¡Bravo por él! Teniendo en cuenta la temática de la novela la opinión de los
navarros para mí es importante.
Tomé también un par de vinos (a
qué se va si no a estas cosas, aparte de a comprar y ojear libros y discos, por
supuesto) con Gaizka Arostegi, autor entre otras muchas obras de El último
arpón y al que yo no lo había leído, pese a que mi mujer, que es buena
lectora, me lo ha recomendado en varias ocasiones. Al final voy a tener que
leerlo, no sólo por haberle conocido en persona, sino porque mi mujer suele
acertar cuando me recomienda una novela. En ocasiones el estar casado tiene sus
cosas buenas.
Y qué más decir, que como decían
aquellos humoristas del "Un, dos, tres", la Azoka estaba "abarrotá",
con un gran trasiego de gente que no sólo miraba sino que compraba. Y aunque lógicamente
es la fiesta del euskera y la mayoría del público busca libros en ese idioma,
también quienes publicamos directamente en castellano tenemos nuestro hueco.
Aquí no hay discriminaciones y, por mi parte, salí muy contento del cariño y la
acogida de la gente que, además, me preguntaba por la vuelta de Goiko. Y como
en ocasiones se me va la boca, les decía que sí, que habrá una cuarta novela
con el personaje, así que no me va a quedar más remedio que escribirla.
Y como los vascos estamos
abiertos a todo no puedo dejar de mencionar, por último, que Yonqui,
la novela de Paco Gómez Escribano, estuvo en el stand de Erein
estratégicamente situada entre las de Jon Arretxe y las mías.
Seguramente quienes la ojearon y/o compraron hubiesen sido del agrado de Paco,
pero las cosas como son, a mí, que soy del centro de Bilbao, se me ponían los
pelos de punta, y no tengo muchos, viendo sus caretos. En fin, que hubo (y
sigue habiendo) para todos y que todos nos lo pasamos muy bien.