Título: LOS
TIPOS DUROS NO BAILAN
Título
original: TOUGH GUYS DON’T DANCE
Autor: NORMAN MAILER
Editorial: ANAGRAMA
Trama: Cuando veinticuatro días después de que le
abandonara su mujer un hombre se despierta de su última (por el momento)
borrachera, comprueba tres cosas: que alguien le ha hecho un tatuaje, que el
asiento del copiloto de su vehículo está lleno de sangre y que en el descampado
donde tiene su propia plantación de marihuana alguien ha plantado también la
cabeza de una mujer. Sin saber si él mismo es un asesino o tan sólo una víctima
más de algo que le sobrepasa deambulará, tanto por su presente como por su
pasado, en un intento por averiguar qué es lo que de verdad ha ocurrido.
Personajes: Tim
Madden, antiguo camarero y escritor sin inspiración, cuya mujer le ha
abandonado, bebedor compulsivo, aunque no alcohólico, dueño y consumidor de una
plantación de marihuana, Alvin Luther Regency, jefe de policía de la localidad,
de fuerte complexión e ideas reaccionarias, que parece sentir cierta simpatía
por Madden, Nissen el Araña, escritor como Madden, amigos de borracheras aunque
no congenian, El Arpón, antiguo jugador de fútbol americano, tatuador y
espiritista, Madeleine, exnovia de Madden, con la que rompió abruptamente, Wardley,
exmarido de la desaparecida mujer de Madden, y amigo de juventud de éste, con
quien compartió tanto colegio de élite como destino carcelario, Dougy Madden, padre
de Tim Madden, antiguo jefe sindical de estibadores, corpulento y orgulloso de
sus orígenes irlandeses.
Aspectos
a Destacar: La descripción de una
generación norteamericana (o de un sector de esa generación, aparentemente más
deshinibido), posterior a cultura “hippy” nacida y crecida en los años 60 del
siglo pasado y a la derrota de Vietnam, que alejadas ya sus ansias
revolucionarias se ha sumido en el desencanto, aunque intenta estirar al máximo
la vieja consigna de “haz el amor y no la guerra”, una especie de “gauche
divine” a la americana que ha dejado de ser “gauche” y que nunca fue divina.
La Frase: Ni
antes ni ahora había sido lo que se dice un luchador, pero los años que pasé
trabajando en bares me habían enseñado algunas tácticas, que la cárcel se
encargó de perfecciona, hasta el extremo de convertirme en un verdadero manual
de trucos sucios. ¡Así es la vida! Me había comportado de un modo tan brutal en
mis últimas peleas callejeras, que al final tenían que separarnos. Algo de la
sangre de mi padre debía de haber pasado a mis venas y, al parecer, había
heredado su código de conducta. Los tipos duros no bailan.
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