En la entrevista con esta lingüista aparece el barrio pamplonés de Iturrama: “Que sepas que esto es Navarra”, le dijo una vecina en cierta ocasión. Está claro que Navarra es diversa. Sin embargo, está claro también que los navarros euskaldunes expresan esa diversidad mejor que los que sólo saben castellano. Las palabras de Paula Kasares son como gotas de sudor en el crisol navarro.
Usted nació en Pamplona. ¿Cómo era Pamplona en los tiempos de su niñez y adolescencia?
Nací en Pamplona cuando estaba a punto de comenzar la década de los 70. La Pamplona en la que crecí era una ciudad pequeña, recogida pero muy viva y movida. Digo movida porque los años de mi niñez y juventud fueron años de grandes cambios y conflictos.
¿En qué ha cambiado especialmente Pamplona desde el punto de vista sociológico?
La actual Pamplona es más grande, más diversa y más plurilingüe —también más euskaldun—, pero más sosa en otros aspectos, y más semejante a las demás ciudades desde el punto de vista de un mundo global que asimila y homegeneiza.
¿En el contexto familiar, cómo fue su educación?
Soy hija de una familia normal. Vivíamos en el barrio Iturrama de Pamplona mis padres, mi abuela y los cuatro hermanos —yo soy la segunda—. Mi padre era delineante y mi madre ama de casa. Los cuatro hermanos crecimos sin apuros y sin lujos.
La nuestra ha sido una familia bastante tradicional, pero mis padres se han ido adaptando bien a los cambios del mundo y a las opciones de vida de sus hijos. Nos mandaron a colegios católicos, seguramente por inercia social. Por fortuna, luego ninguno de nosotros siguió por ese derrotero. En general, tuvimos una gran libertad, no recuerdo que en casa hubiera una fuerte disciplina.
¿Qué educación o valores recibió de sus padres?
El valor de ser responsable y hacer las cosas bien, primero en los estudios y luego en el deporte y en el trabajo. Creo que son unos valores fundamentales. En lo que concierne a la escolarización, estudié en un colegio de monjas y no tengo unos recuerdos especialmente buenos: había una gran discriminación entre alumnas. Aplausos y premios para las mejores y desprecio para las que andaban retrasadas. No ayudaban a las que más lo necesitaban. Entonces no me daba cuenta de eso, pero ahora, que soy profesora de futuros maestros y maestras, me acuerdo muchas veces y reflexiono sobre mi etapa escolar y sobre la educación que recibí.
¿Distingue entre lo que supone ser y no ser euskaldun?
Sí.
¿Qué supone ser euskaldun en Pamplona?
En cierta medida, vivir en otra Pamplona. Como se suele decir, algunos erdaldunes que no tienen euskaldunes en su entorno viven en una Pamplona totalmente erdaldun, igual que si vivieran en Salamanca. La ciudad lo permite porque el uso social del castellano es ampliamente mayoritario. Somos los euskaldunes los que, además de vivir en Pamplona, vivimos en Iruñea, formamos parte de ese mundo, de esa cultura y de esas redes de relaciones en euskera, y eso, en cierta medida, es como vivir en otra ciudad distinta.
¿Cómo marca en la personalidad de alguien el hecho de ser euskaldun?
Me acuerdo que cuando estudiaba Filología Vasca, hacia 1993, puse en verano un anuncio en mi barrio, Iturrama, para dar clases de euskera y sacarme algún dinerillo. Al día siguiente una mujer me llamó y me dijo muy despacio, vocalizando claramente: «Que sepas que esto es Navarra». Dicho eso, me colgó el teléfono. Me quedé estupefacta. Ahora, creo que ser de Pamplona y euskaldun es una dimensión más aceptada, pero muchas veces, esa Pamplona oficial erdaldun nos hace sentirnos a los euskaldunes extraños en nuestra propia casa. El eslogan turístico utilizado por el Gobierno de Navarra, Navarra, tierra de diversidad, resulta cínico para muchos de aquí.
¿Dónde adquirió su adhesión con el euskera? ¿De quién?
Los apegos que cada una desarrolla en su vida no se reciben siembre directamente de la familia o del entorno en el que una crece. En mi caso, el euskera no formaba parte de mis vivencias de niñez, aunque sí lo recibí en la figura del que fue mi abuelo y en los recuerdos de mi padre. Siendo una niña me enamoré del euskera —no sé exactamente cómo— y me vinculé a la lengua por deseo, por estudios y por profesión. Cada una escoge su camino y conforma su vida mediante elecciones. En ese sentido, afortunadamente, tenemos una gran capacidad para alterar ese hipotético determinismo y salirnos del que supuestamente era nuestro camino.
Además de la lengua, ha estudiado ciencias antropológicas ¿Por alguna razón?
La razón de haber estudiado Antropología fue el tratar de entender mejor el aspecto sociocultural de la lengua. Es decir, fue mi interés por la lengua el que me llevó a la Antropología. Al principio estudié Filología Vasca, es decir, lingüística y literatura vasca. Como advirtió Mitxelena ya hace tiempo, la lingüística no se ocupa de la vida y el futuro de las lenguas. Y en mi caso, en cambio, esas precisamente eran mis principales preocupaciones. Por eso pasé de la Lingüística a la Sociolingüística. Pero nuestra sociolingüística —muy fiel a su etimología— se ha construido, principalmente, como la intersección entre sociedad y lengua, dejando el ámbito cultural bastante de lado. Y, para mi, el trío lengua-cultura-sociedad es inseparable. Esa carencia en el ámbito cultural de la sociolingüística tradicional fue la que me impulsó a la Antropología Social y Cultural. Me acerqué a la Antropología en busca de una mayor profundidad para comprender el fenómeno del uso social de la lengua.
¿Qué es la Antropología? ¿Qué le han reportado su estudio?
Lo que hace la Antropología es, por decirlo de alguna manera, explicar contextos para entender vidas. Lo que caracteriza a la Antropología es el modo en que conoce la realidad: la perspectiva emic o interna, su carácter holístico... y en ese sentido permite una mayor profundidad que otras aproximaciones.
Repasando mi trayectoria académica, he trabajado en diversas disciplinas que de un modo u otro estudian la lengua: Lingüística, Sociolingüística y Antropología Social y Cultural. El haber trabajado esas disciplinas me ha mostrado más claramente la complejidad del campo que estudio: las identidades culturales, las dinámicas de contacto de los grupos lingüísticos, las relaciones de poder entre minorías y mayorías, las razones culturales como fondo etiológico de los comportamientos lingüísticos —ya que las opciones lingüísticas de los hablantes muchas veces revelan su adhesión a un grupo cultural—, el carácter problemático de las comunidades lingüísticas... Todo eso me ha confirmado que una mirada monodisciplinar es insuficiente y limitada para el estudio del complejo campo de la lengua-cultura-sociedad y que la perspectiva de estudio ha de ser interdisciplinar o transdisciplinar, tanto teórica y epistemológicamente como metodológicamente.
“Las lenguas son las ‘cosas’, ‘expresiones’ o ‘entidades’ más extraordinarias e importantes creadas nunca por las personas en el mundo” ¿Está de acuerdo con ese punto de vista?
La lengua es una producción colectiva de un grupo y, al mismo tiempo, el depósito de la experiencia colectiva del pueblo que la utiliza para expresarse. El conocimiento del mundo, la memoria histórica, las formas de relacionarse, el relato de la identidad... todo eso se lleva a cabo mediante la lengua. La lengua tiene diversos aspectos o dimensiones. Soy profesora de Didáctica de la Lengua y a mis alumnos les hago esta pregunta: ¿Qué es la lengua? Y, a partir de ahí, ¿qué es enseñar una lengua? Si se considera la lengua como un conjunto de reglas gramaticales, tal y como la consideraba la Gramática tradicional, entonces la enseñanza de la lengua se limitará a la enseñanza de esas reglas y su objetivo será que los alumnos adquieran una competencia lingüística-gramatical suficiente. Pero si aceptamos que la lengua es, antes que nada, su uso y su función comunicativa, tal y como defienden las metodologías funcionales-comunicativas, entonces la enseñanza de la lengua consistirá en enseñar a comunicarse en ese código y su objetivo será ampliar la competencia comunicativa de los alumnos.
Suelo utilizar una cita de Andoni Egaña para hacer reflexionar a mis alumnos sobre lo que es la lengua y cómo la enseñamos: «Hizkuntza den xarma, arma, armiarma... transmititzen ez dugu asmatu. Bururatzen zaidan laugarren errima-hitza ‘alarma’ da». («No hemos sabido transmitir el encanto, la tela de araña, el arma... que es la lengua. La cuarta palabra que me viene a la mente es alarma»). Me parece muy interesante la reflexión que se está llevando a cabo en torno al uso y a la calidad del euskera de los jóvenes.
Yo ahora reflexiono sobre esta acepción de la lengua: la lengua es un modo de hacer, una práctica cultural. Las que estamos implicadas en la vida de la lengua estamos implicadas en hacer perdurar una práctica. La lengua es una práctica que une el pasado y el futuro. La pérdida de una lengua acontece cuando dicha práctica pierde su sentido. Si no se le ve validez alguna para la vida y para el futuro, no tiene sentido continuar con una práctica. El sentido de la práctica es el que garantiza la continuidad de la lengua, el ver que sirve para unir el pasado y el futuro. Por ahí giran ahora mis reflexiones, en el análisis de las condiciones necesarias para que dicha práctica perdure.
Yo no encuentro palabras adecuadas para definir lo que es la lengua. ¿Usted sí? ¿Qué es para usted la lengua?
Sí, es difícil definir lo que es lengua, porque existe más de un modo de percibirla: la lengua es código, estructura, corpus; la lengua es la forma de conocer el mundo, el medio cognitivo; y la lengua es, también, una acción, una práctica social. Todo eso es la lengua.
Si se usa bien, es un instrumento que nos ‘empodera’. Mediante la lengua podemos hacer imaginar, tranquilizar al nervioso, acercarnos a alguien que está lejos, emocionar, herir verbalmente, cambiar la percepción del mundo e incluso cambiar el propio mundo. Quien controla la lengua controla la forma de explicar la realidad. Por eso nos conviene saber utilizar la lengua lo mejor posible.
Es sabido que nuevas realidades conllevan nuevas palabras. Pero a nivel político tenemos que tener claro que nuevas percepciones de la realidad también deben conllevar nuevas palabras para designar esa realidad. Y por ahí es por donde podemos empezar a transformar el mundo.
¿Qué valor concede al lenguaje en lo que respecta a la forma de ser y al desarrollo de las personas?
Más que al lenguaje, es a las lenguas a las que les reconozco un valor fundamental. Soy una creyente convencida de los buenos efectos del plurilingüismo. Las lenguas, como puntos desde nombrar la realidad y expresar la experiencia, me parecen imprescindibles para entender el complejo mundo actual y para situarnos en él. Las personas que habitualmente utilizan más de un código hacen un cotidiano ejercicio de relativismo cultural, suelen ser más flexibles en sus percepciones y eso, en mi opinión, las hace más proclives a la empatía y a la solidaridad con ‘los otros’. Quien hoy día no sepa más que su lengua, difícilmente puede actuar eficazmente en este mundo diverso. El monolingüismo en una enfermedad, en muchos grandes estados además, para llegar a preocuparse.
En su condición de antropóloga, ¿cuál diría que es el rol del lenguaje en la evolución histórica de las personas?
Ese es un tema para los antropólogos físicos y los estudiosos de la evolución humana. Aunque yo haya leído algo sobre este asunto, no sé exactamente en qué punto se encuentra el debate científico. Es muy interesante conocer el papel que ha jugado el lenguaje —la capacidad de hablar— en nuestro desarrollo antropomórfico humano. Qué relación ha tenido con nuestro bipedismo o con la capacidad prensora de nuestras extremidades superiores o el desarrollo de nuestro cerebro, y por tanto, qué relación ha tenido con nuestra inteligencia y con nuestra capacidad para el pensamiento racional. Lo que está claro es que el habla es el componente principal de nuestra humanidad. Es decir, somos seres humanos porque somos hablantes. Por supuesto, teniendo en cuenta los diferentes tipos de lenguaje, por ejemplo el lenguaje de signos.
¿Tendrá el lenguaje en el futuro la misma influencia en nosotros que la que ha tenido históricamente? ¿Cómo transformará la evolución, el desarrollo y la influencia de las lenguas a las personas a partir del siglo XX?
La importancia del lenguaje no va a disminuir. Somos ‘lenguadependientes’, no podríamos vivir sin una lengua, ni hemos podido ni podremos. Así las cosas, pensando en el futuro me surgen dudas sobre qué nuevas formas de utilización de la lengua existirán y cuántos de los idiomas que existen en el mundo tendrán la oportunidad de adaptarse a ellas y, así, seguir teniendo sentido como práctica cultural.
Estudió en la Universitat Autònoma da Barcelona. ¿Qué recuerdos tiene de la época en la que vivió en Cataluña?
Barcelona es una ciudad muy agradable, abierta. ¡Lo primero que me asombró fue lo bien vistos que están los vascos allí! Los años en los que viví allí di clases de euskera en la Casa Vasca de Barcelona, en la Placeta Montcada, en Ciutat Vella, para sacarme algún dinero. En aquella época ETA cometió muchos atentados en Barcelona. Asesinó al profesor Ernest Lluch. Recuerdo que se hacían concentraciones de gente en la plaza Jaume I. Un día se organizaron dos manifestaciones contrarias a la vez, una frente a otra. No ocurrió nada. Eso aquí hubiera sido inimaginable, porque nosotros hemos vivido de otra manera el tema político, de una manera mucho más visceral.
El vasco y el catalán, ¿se pueden diferenciar de la comunidad principal del Estado?
Eso depende de cómo se vea cada cuál a sí misma. Es decir, si hay en Cataluña gente que no se considera española, esos ya se diferencian de la comunidad principal del Estado. Y con respecto a los ciudadanos vascos, lo mismo. Las identidades son fenómenos subjetivo-colectivos y da igual que todos tengan el mismo pasaporte.
Es decir, ¿existes las comunidades vasca y catalana? ¿Se pueden identificar como grupos humanos o colectivos diferenciados?
La clave es cómo entendemos el concepto de comunidad. Para la sociología, el concepto comunidad ha sido muy espinoso, igual que para la sociolingüística lo es el de comunidad lingüística. Todas las comunidades son, por decirlo de alguna manera, imaginadas, como decía Benedict Anderson. Lo que hemos tomado por comunidad lingüística vasca es un grupo muy heterogéneo y difuso, para nada homogéneo ni perfectamente delimitado. Por eso, algunos investigadores han empezado a cuestionarse el concepto clásico de comunidad lingüística y a usar otros términos que superen esa acepción homogeneizadora, como por ejemplo: comunidad etnosociolingüística, comunidad de práctica...
¿Que diferenciaría entre catalanes y vascos?
En comparación con Cataluña, en nuestro caso resaltaría la iniciativa social. Históricamente estamos acostumbrados a actuar fuera de los ámbitos institucionalizados. Pocas veces hemos tenido a nuestras instituciones públicas totalmente comprometidas en defensa de nuestra lengua. Lo que es normal para otras comunidades de hablantes, esto es, su defensa total por parte de los poderes públicos, aquí no lo hemos conocido nunca. Los catalanes han tenido una mayor protección. Los castellanoparlantes gozan de una adhesión oficial unánime a su idioma. Me acuerdo que el año pasado se celebró en Cantabria el congreso anual de los directores del Instituto Cervantes y, el primer día, en el acto inaugural, el presidente Miguel Ángel Revilla dijo que el castellano era “el mayor activo y la mayor empresa de España. La gran fuerza de este país”. Aquí, en cambio, es el gasto que supone el euskera lo que llena titulares.
La iniciativa social ha sido el verdadero revulsivo de la situación social del euskera, la adhesión colectiva que ha habido hacia la lengua. Eso es lo que resaltaría.
¿Qué tenemos en común catalanes y vascos?
La verdad es que veo pocas cosas en común, tanto en el carácter como en la situación. La situación de nuestras lenguas es totalmente distinta, no se puede comparar. Al lado de nuestra débil situación lingüística, el catalán —aun con todas las deficiencias que pueda tener— es un idioma normalizado.
¿Podría mencionar algo más sobre las vivencias entre el catalán y el vasco? Alguna impresión...
Viviendo en Cataluña me di cuenta de una cosa: el interés que tienen allí por nosotros (por la cultura, el idioma, las gastronomía, la política...) no lo tenemos nosotros por ellos ni de lejos. Me parece que en Euskal Herria vivimos mirándonos al ombligo. Los catalanes están más atentos al mundo.
La comunidad euskaldun vive dividida en tres administraciones políticas diferentes. ¿Podría hacer un diagnóstico de esas comunidades lingüísticas, de una en una?
Sería difícil dar un único diagnóstico de la situación del euskera, ya que las situaciones del idioma son muy distintas. Si nos fijamos en la forma en la que los poderes públicos protegen los derechos lingüísticos de los hablantes, por ejemplo, hay grandes diferencias entre la realidad de la CAV, donde el hecho de ser euskaldun tiene su legitimación y está protegido por las instituciones públicas —aunque haya muchos puntos negros—, y la negación de la identidad cultural vasca de Iparralde, donde la tolerancia es mínima y el reconocimiento muy limitado. La verdad es que lo que ocurre a nivel lingüístico es difícilmente explicable desde el discurso oficial que nos cuentan sobre Europa. Actualmente no existen fronteras, tenemos una forma de vida similar, usamos la misma moneda... pero no tenemos los mismos derechos como hablantes, los derechos con respecto al euskera nos hace muy distintos.
¿Comparando las situaciones entre ellas, que destacaría?
De destacar algo, destacaría las dolorosas paradojas que se nos presentan. Por ejemplo, actualmente los niños de Tudela pueden estudiar en inglés, es decir, pueden hacer la Educación Infantil y Primaria en inglés en la escuela pública. Pero las familias de Tudela —y de la mayor parte de Navarra— que quieran que sus hijas e hijos estudien en euskera no tienen esa opción. Es una paradoja tan dolorosa como incomprensible.
Trabaja en los servicios de euskera de la Mancomunidad de Malerreka y del Ayuntamiento de Baztan. ¿Cuál es la situación del euskera en estas comarcas?
He trabajado como técnica de euskera un año en Malerreka y quince en Baztan. Conozco bastante bien la situación del euskera en la Montaña de Navarra. Ahí tenemos algunas de las localidades más euskaldunes de Euskal Herria, las que Mikel Zalbide denomina euskararen arnasguneak, los pulmones del euskera. Sin embargo, no se puede decir que la situación del euskera sea segura y esté exenta de amenazas. En estas últimas décadas el idioma ha mejorado en varios ámbitos (uso social, transmisión generacional del idioma, aducación, medios de comunicación locales, administración...) pero la buena situación sociolingüística de estas localidades es bastante frágil. En un pequeño pueblo euskaldun como Amaiur, por ejemplo, si hicieran una urbanización de casas unifamiliares que doblara la población actual (y no es una hipótesis lejana), ¿qué consecuencias tendría eso en un pueblo en el que actualmente las relaciones se dan en euskera? Nuestras buenas situaciones son tan débiles y frágiles...
¿Qué añadiría al hilo de su trabajo y su experiencia?
El trabajo de técnica de euskera me ha permitido conocer in situ la situación sociolingüística. Además, si el presupuesto y los medios para intervenir en la situación son muy escasos, como lo son en general en Navarra en todo lo referente al euskera, hay que aprender a trabajar más eficazmente: en grupo con otros técnicos, uniendo esfuerzos con el mundo asociativo de la cultura vasca o euskalgintza, siendo más creativa... Los técnicos de euskera que trabajan en distintas entidades locales de Euskal Herria hacen un muy buen trabajo y muchas veces con unos medios muy limitados. Es algo que hay que reconocer.
¿Podría comparar a los euskaldunes de Pamplona y los de Malerreka/Baztan? Para hacernos una idea.
Me vienen a la cabeza mis alumnos, jóvenes de unos veinte años, chicas en su mayoría: poco más de la mitad son de la Cuenca de Pamplona y de más abajo, y algo menos de la mitad son de la Montaña. Entre unos y otros hay diferencias (aunque no en todos los casos). Los de la Montaña, si no tienen el euskera como primera lenguas, sí tienen al menos el euskera en su entorno cercano y en sus relaciones diarias. La inmensa mayoría de los jóvenes de la Navarra castellanizada, en cambio, han tenido sus primeras relaciones con el euskera en la escuela y tienen grandes dificultades para relacionarse con normalidad en esta lengua. Por decirlo de alguna manera, los de la Montaña son unos hablantes más activos, más vivos, y los de la zona de Pamplona y de ahí para abajo han tenido y tienen —como hablantes— más impedimentos, impedimentos que impone el propio entorno erdaldun, ya que su medio habitual no les permite utilizar el euskera con normalidad ni habituarse a hacerlo. Además, los jóvenes de las zonas castellanizadas se dan cuenta de eso y perciben el peligro de perder el euskera, de perder ellos la lengua, de olvidarla, ya que en sus propias cuadrillas hay casos de amigos, compañeros de escuela que han seguido sus estudio en castellano, han empezado a trabajar en castellano, y al no tener incorporado el euskera en sus relaciones informales, llegan prácticamente a olvidarlo, ya que no lo utilizan nunca. Eso es lo que, a veces, ocurre. El euskera en Navarra es un saco agujereado, los llenamos constantemente pero sigue vaciándose, sigue habiendo pérdidas.
¿Cómo influye el euskera en la persona, por ejemplo, que va desarrollando su personalidad a medida que aprende el idioma?
En la personalidad no sé, pero tendrá una nueva percepción de la realidad a medida que vaya aprendiendo el idioma. A alguien que aprende euskera, la realidad, esa que viene nombrada, le irá resultando cada vez más significativa: los nombres, los apellidos, los nombres de calles, los topónimos, las canciones... se le aparece un nuevo mundo que antes le resultaba invisible e incomprensible.
¿Y, por contra, en la persona que “ve” que a medida que va perdiendo el euskera su mundo se va? Pongamos en Malerreka/Baztan...
La última fase del proceso de desaparición de una lengua —o de una de sus variedades—, constituye el fenómeno sociolingüístico que se ha venido a denominar últimos hablantes. Ese fenómeno de los últimos hablantes está documentado en Navarra en las últimas décadas. En 1935, Angel Irigarai trazó la frontera meridional del euskera y en 1956, advirtió que en el pueblo de Galdurotz no quedaba más que un solo vascohablante. En 1963 Mariano Estornes Lasa mencionó a los últimos euskaldunes de Isaba. En 1965 Ana Mª Etxaide enumeró a los últimos de Esteribar y a principios de los 70 José Mª Sánchez Carrión, Txepetx, y Pedro Irizar nos dejaron los testimonios de los últimos hablantes de pueblos del valle de Odieta y de localidades como Navaz, Uztárroz y Vidángoz. En la década de los 90, Iñaki Camino documentó la invisibilidad y el ocultamiento social de algunos de los últimos hablantes del euskera de Aezkoa. Como dijo Carme Junyent, la lingüística está llena de necrológicas de últimos hablantes, y la nuestra no es una excepción.
Pero, aparte de esas menciones, poco sabemos sobre la forma en la que esos últimos hablantes vivieron la muerte de su mundo cultural, no sabemos cómo sintieron el convertirse en los tesoros de las grabadoras de los dialectólogos. Aquí no tenemos un estudio similar al que el antropólogo Alfred Kroeber hizo con el indio Ishi, supuestamente el último miembro de la nación Yahi de California. Y no sabemos qué eco social y qué efecto tuvo en la memoria colectiva de una comunidad la muerte del último vascohablante. Un día paseando, descubrí en el cementerio de un pueblecito del valle de Anue una lápida en la que dice «erriontako azkenen euskalduna 1953» («El último euskaldun de este pueblo. 1953». Es conmovedor.
Pero yo creo que actualmente no es ese el fenómeno predominante. La base de la pirámide demolingüística del euskera es mucho más amplia ahora que hace tres o cuatro décadas. Otra cosa es cómo ha llenado el euskera ese salto entre generaciones y cualitativamente qué diferentes pueden ser la base y el vértice, es decir, qué diferente aptitud lingüística pueden tener los que están en la base de la pirámide y los del vértice, qué diferentes son nuestras ganancias y pérdidas de hablantes.
¿Medios de difusión y medios de comunicación son términos que se pueden distinguir? ¿Si es así, en qué se diferencian?
Los términos comunicación y comunidad tienen ambos la misma raíz y ese matiz semántico no es casual. Actualmente los medios de comunicación posibilitan la comunicación, crean referentes comunes y nos ayudan a sentirnos comunidad. Y todo ello lo necesitamos nosotros los euskaldunes. No hay que olvidar que es la comunicación la que nos hace ser una comunidad.
¿Qué diferencia existe entre el hablante del euskera y el del castellano a la hora de comunicarse, es decir, entre un euskaldun total y un hablante del castellano?
En mi opinión, la principal diferencia entre el erdaldun monolingüe y el euskaldun es que, mientras el euskaldun conoce más o menos el mundo erdaldun (incluyendo su idioma), no sucede lo contrario, es decir, el erdaldun monolingüe no sólo no sabe euskera, sino que tampoco sabe casi nada del mundo vasco (o, en el mejor de los casos, sólo sabe un poco). Y, además, eso es lo que se difunde y se refuerza desde los poderes públicos y los medios de difusión: El euskera y todo lo referente a la cultura vasca es cosa de euskaldunes, sólo les importa a ellos.
Entonces, el hecho de ser erdaldun monolingüe o de ser euskaldun es muy distinto para una política, un profesor, una periodista o una abogada, porque es capaz de ver otra realidad, juega con otros elementos. En ese sentido, algo de reciprocidad sería conveniente para la convivencia.
Es usted una persona polifacética, sin duda. Pero, ¿quién es Paula Kasares?
Tal y como dice el mensaje que encuentras en algunas webs cuando las abres, «en construcción». No me veo como algo acabado, afortunadamente.
Uno de sus aspectos es la política. Es usted parlamentaria foral por NaBai. ¿Cómo llegó a ese cargo?
Por compromiso, sin ser afiliada a ningún partido. Porque quiero que las cosas cambien en Navarra.
¿Qué es para usted la política? ¿Cómo lleva su cargo, teniendo en cuenta que el suyo no es el perfil ordinario de una política?
El mundo de la política es complejo. Para mí no ha sido fácil adaptarme a ese modo de hacer las cosas. El hecho de ocupar un cargo público lo considero como algo totalmente coyuntural. En mi caso, porque nuestra situación en Navarra es la que es y porque así me lo pidieron.
Resúmanos en qué consiste su labor.
En el grupo parlamentario las responsabilidades se reparten por áreas, ya que en el Parlamento trabajamos en comisiones. Algunos temas los sigo más directamente que otros. Convivencia, solidaridad internacional, derechos humanos, cultura, turismo, educación y euskera. Esos son los temas que más trabajo junto con los demás miembros de la coalición. Pero en nuestro trabajo muchas veces no conseguimos nada. Es difícil sacar nada adelante cuando UPN y PSN van de la mano.
Mujer y política, ¿es una dualidad normalizada?
En la relación entre mujer y política yo distinguiría dos ejes, uno cuantitativo y otro cualitativo. Cuantitativamente es bastante normal la mujer política. En Navarra, por ejemplo, está totalmente normalizado que en las administraciones locales las mujeres ejerzan de alcaldesas. Me acuerdo de que en 2005 la Federación de Municipios y Concejos de Navarra editó un calendario sobre las mujeres alcaldesas de Navarra. Aparecieron 12 alcaldesas, una por cada mes. Aquel año, por primera vez en la historia, había más navarros viviendo en municipios en los cuales la alcaldía estaba ocupada por una mujer (Pamplona, Estella, Tafalla, Olite, Baztan...) que los que vivían en municipios con alcaldes hombres. En el Gobierno de Navarra y en el Parlamento, en cambio, la situación no es tan buena: las mujeres consejeras son el 40 % aproximadamente, las directoras generales el 35 % y las parlamentarias alrededor de un tercio. Pero lo que llama la atención es el aspecto cualitativo, esto es, las mujeres que ocupan cargos trabajan principalmente en ámbitos históricamente feminizados (educación, salud, asuntos sociales, familia...), pese a alguna excepción que otra (en el campo de la Innovación o en Hacienda). La clave, creo yo, está en el aspecto cualitativo, tanto verticalmente como sectorialmente. En política sí que hay mujeres, pero no en los altos puestos ni en todos los ámbitos.
Tal vez, no se debería distinguir...
Durante mucho tiempo, la política y la mujer han estado bastante separadas. A la que fue la primera diputada mujer en Suecia le leí que en el primer Pleno del Congreso se quedó mirando a todos los demás diputados que había allí —ella era la única mujer— y pensó: en este momento yo debo ser la única que está pensando si he puesto o no la lavadora.
El tema es que muchas veces sí que hay mujeres en política, pero además de la política, tienen muchas más ocupaciones y preocupaciones que los hombres (la intendencia de la casa, los niños...). Es difícil competir en igualdad de condiciones.
¿Qué ha aportado la mujer a la política?
En este mundo en el que vivimos, el hecho de que una mujer tenga poder ya es, en sí mismo, transgresor. De todas formas, no es fácil hablar del concepto de mujer. Las mujeres conformamos un colectivo plural. Hay algunas mujeres —como algunos hombres— que han aportado mucho y otras —como otros hombres— que no han aportado casi nada. En general, que las mujeres ejercieran en política era algo totalmente necesario. El que la mujer ejerza la política normalmente es una señal de normalidad de la propia sociedad. La política ha estado en manos de los hombres y se ha ejercido desde el punto de vista de los hombres. Algunas mujeres políticas han roto con eso (aunque otras lo han reproducido). Hay mujeres que han contemplado la perspectiva de género desde sus cargos y responsabilidades y eso es necesario.
En el caso de Navarra, en general, ¿cuál es el rol de la mujer política?
El liderazgo de los partidos políticos en Navarra ha sido cosa de hombres y el poder todavía permanece en manos de los hombres. En Navarra eso ha estado muy claro y diría que no existen grandes diferencias respecto al resto de las comunidades. Ahora parece que se ve algún cambio. UPN tiene una mujer como presidenta. En ese sentido, en la división ideológica izquierda/derecha, la izquierda sale perdiendo. En la llegada de la mujer a puestos de poder la derecha le ha tomado la delantera a la izquierda.
¿Habrá un cambio político en Navarra (con NaBai o cualquier otra opción) llegando los abertzales al Gobierno?
Ese es mi deseo. UPN y PSN (como PSE y PP en la CAV) han ido de la mano en la defensa del proyecto españolista. Si los que deseamos una Euskal Herria no somos capaces de ponernos de acuerdo en torno a unas bases mínimas para reforzar nuestro proyecto, poco podremos hacer.
Si se diera ese cambio, ¿qué beneficio prevé en lo que respecta al euskera?
En Navarra la situación del euskera es totalmente anormal. El primer beneficio sería actuar con sentido y con un criterio de igualdad. Las carencias de los euskaldunes en Navarra son terribles en servicios públicos, en educación, en oferta sociocultural, en producción cultural, en ocio... En consecuencia, habría que cambiar totalmente la política lingüística y dirigirla a garantizar el euskera para todas las navarras y navarros y a dar respuesta a las necesidades socioculturales, académicas, informativas... de los euskaldunes.