Los libros que me subo a casa algunos sábados al cierre de la librería suelen ser unos privilegiados. Van a ser leídos de otra manera.
De un tirón, diríamos. La placentera lectura, en cama, del domingo a primera hora de la mañana, tarde y noche en sesión continua, les asegura una atención esmerada. Suelo subir más de uno. Cuando era joven tenía tiempo para concederles a cada uno las 50 primeras páginas, a veces hasta cien. Con los años, ha ido bajando en número el volumen de estas, al extremo de no atreverme a contarles las que le dedico hoy en día a cada libro antes de dejarlos o no en mi cuneta literaria. No suelo equivocarme. A veces con el primer punto y aparte tengo bastante para saber que el libro que me ha seducido, el que me ha dicho “léeme” desde la mesa de novedades, me va ha proporcionar el placer que le pedía al llevármelo a pasar el fin de semana conmigo.
Así comienza El último buen beso de James Crumley:
Cuando finalmente localicé a Abraham Trahearne, estaba tomando cerveza junto a un bulldog alcoholizado que respondía al nombre de Fireball Roberts en un antro destartalado de las afueras de Sonoma, California, apurando hasta la última gota de una hermosa tarde primaveral.
Otras veces había querido leer a James Crumley. Ha sido una asignatura pendiente desde que fue publicado en “la cua de palla” (L'últim petó autèntic). Ahora se acaba de publicar en la cada vez más extensa colección serie negra de RBA que apuesta por descubrirnos buenos autores actuales y a la vez recuperar grandes clásicos de la literatura negrocriminal. Así ha sido como ha llegado a la mesa de novedades de la librería y a mis manos.
Volvamos a El último buen beso de James Crumley.
Una maravilla y, ¡Dioses sean loados!, de nuevo el reencuentro con una novela de género. Con lo bien que están los géneros enteros cada vez mas escritores se empeñan en romperlos. Claro que nos gustan autores como Patrick McCabe o Tim Krabbé, por citar solo a dos, con sus personajes incómodos y descarnados, pero descubrir a Crumley y su detective C.W Sughure nos hace rejuvenecer. Nos devuelve a aquellos días en que leíamos por primera vez a Chandler y nos enamorábamos de Marlowe.
El Marlowe de Crumley, Sughure, es un detective privado que se especializa en buscar a gente desaparecida o fugada. Un trabajo poco apasionante pero que le permite beber en todos los bares que se cruzan en su camino. Un personaje al que no le duele arreglar las cosas al modo del salvaje oeste, pero que al mismo tiempo desborda mares de ternura a lo Douglas Sirk. Sughure es un predecesor de los protagonistas como Harry Bosch sobrevivientes, aunque dañados, de la guerra del Viet Nam
El autor, James Crumley tiene un estilo de escritura personal e intransferible. No gasta florituras, ninguna palabra es inútil. Dibuja en “línea clara” ambientes en los que sus personajes, perdedores siempre, tienen su lugar. Lo tiene hasta un baboso perro bulldog, borracho que responde al nombre de Fireball.
La historia de El último buen beso no es trepidante, ni sanguinolenta, ni tiene un gran suspense, pero les aseguro que seguirán sin resuello cada uno de los movimientos de los magníficamente perfilados personajes de la trama hasta el perfecto final.
Voy a leer más libros de Crumley. Por el momento los que tengamos en el fondo de Negra y Criminal.
Agradezco a la editora Anik Lapointe que rescatara este libro y lo pusiera a mi alcance del mismo modo que creo que me agradecerán haberles hablado de El último buen beso.
SINOPSIS: C. W. Sughrue -ex oficial del Ejército, alcohólico y mujeriego- representa el arquetipo del investigador privado de la América posterior a la Guerra de Vietnam. De gatillo fácil y escasos escrúpulos, mientras trabaja en un bar de topless de Montana recibe el encargo de encontrar a un escritor en paradero desconocido. Sin que Sughrue lo pretenda, su búsqueda le llevará a interesarse por la desaparición de una joven diez años atrás en San Francisco. Esta nueva tarea, sin embargo, se convertirá en un intrépido viaje a las entrañas de una nación que sufre las consecuencias psicológicas de una guerra, con sus pesadillas y sus sombras aflorando a cada paso. Con su prosa elegante y un retrato sin concesiones de una sociedad en decadencia, El último beso honesto es una experiencia llena de trepidante acción, cruel ironía y crítica brutal al género humano. El sexo, el dinero, la corrupción, la violencia y las drogas se hacen un hueco en una fascinante historia donde lo más importante es dejar atrás el propio pasado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario