lunes, 9 de junio de 2014

LA REBELIÓN DE GOIKO (O CÓMO PACTAMOS ESCRIBIR LA CUARTA NOVELA DE LA SERIE)

            Miré el reloj por cuarta vez, pero el fulano con el que había quedado seguía sin venir. En más de una ocasión estuve tentado de levantarme y dejarle plantado, pero había sido yo quien le pidió la cita y me interesaba hablar con él, así que me aguanté las ganas y seguí hojeando las páginas deportivas de un periódico que algún otro fulano, seguramente igual de aburrido que yo, había dejado abandonado sobre uno de los mullidos butacones del hotel en el que le estaba esperando.

            Hacía unos pocos días que había finalizado la Feria del Libro de Bilbao. Por eso me encontrara allí, esperando y desesperando. No se confundan, no soy un hombre de letras, Dios me libre. Los únicos libros que he leído en mi vida fueron los que tuve que aprenderme de memoria en los años que estudié Derecho, sin excesivo aprovechamiento aunque sí el suficiente para sacar la carrera a trancas y barrancas, así como los que utilicé para sacar las oposiciones a ertzaina. Desde entonces las únicas letras con las que he tenido que pelearme han sido las de cambio, pero últimamente me había metido en el negocio de la literatura y ése era el motivo de que me hubiese armado de paciencia y esperara, casi al borde del histerismo, a que el tipejo que me había confirmado que sería puntual como un reloj se dignara aparecer.
            Hubiera sido más lógico quedar en su oficina, pero me comentó que estaríamos más a gusto fuera de su lugar de trabajo, por eso habíamos elegido --en realidad lo eligió él-- aquel hotel, ubicado en el centro de Bilbao, junto a la plaza que los bilbainos llamamos Elíptica y en los documentos oficiales se denomina plaza Moyúa. Para mí que en realidad no era más que una excusa para que no comprobara con mis propios ojos que el despachazo del que solía presumir a menudo no existía, pero como en el fondo me daba igual, lo que quería era verle, accedí a sus deseos.
           
Por fin, con veinte minutos de retraso sobre el horario previsto, apareció. Iba todo trajeado, como si quisiera hacerse pasar por un broker en lugar del funcionario de medio pelo que era, mientras saludaba a diestro y siniestro, como si intentara hacerme ver que conocía a lo mejorcito de la sociedad bilbaína. Para mi satisfacción, la mayoría de la gente no dio muestras de reconocerle y los pocos que lo hicieron pusieron esa cara de "no sé quién es ese gilipollas que me está sonriendo pero, por si acaso, voy a devolverle el saludo".
            --Querido Goiko --me dijo todo sonriente cuando me vio, extendiéndome la mano--. Se te ve estupendo, estás fenomenal. Claro, desde que en "La última batalla" hice que pillaras cacho, estás mucho mejor, ¿eh, picarón? --añadió haciendo un gesto de esos que nunca se deben hacer delante de las señoras.
            ¡Joder con el tío!, para pretender ser un escritor de éxito, cuando no estaba delante de la pantalla del ordenador usaba un lenguaje de lo más zafio y grosero. Que eso lo haga yo, que he sido policía y ahora trabajo de detective, parece algo más normal, al fin y al cabo mi trabajo no me suele poner en contacto con lo más exquisito de la sociedad, pero que un escritor utilice ese lenguaje tan barriobajero me parecía inusitado. Quizás es que no estaba al día de las últimas tendencias literarias. De todos modos intenté recuperar lo mejor de la educación que recibí cuando aún era un niño y me esforcé por contestarle con total corrección.
           
--Señor Abasolo, es un placer verle --dije más falso que un político en plena campaña electoral.
            --Pero qué señor Abasolo ni qué leches, te he dicho mil veces que me tutees y me llames Javier. Bueno, ¿y a qué se debe esa urgencia para que nos veamos?
            --He venido a cobrar mi parte --le dije en un tono profesional que a cualquier persona inteligente le habría disuadido de bromear.
            --¿Tu parte? ¿A cobrar tu parte? Joder, tío, soy yo el que se va a partir de la risa. ¿Lo coges? Es un juego de palabras, "cobrar tu PARTE", "PARTIRSE de la risa". Pero alegra esa cara, coño, que parece que estás en un funeral.
            --Mira, Abasolo, o Javier, si lo prefieres, ando mal de tiempo, así que preferiría que zanjáramos cuanto antes el tema. Dame mi parte, por favor, y acabemos cuanto antes.
            --¿Así que hablabas en serio? --parecía sinceramente sorprendido--. ¿Y qué es eso de tu parte?
            --Mi parte de los beneficios de las novelas que has escrito. Mira, aquí lo pone claramente --le enseñé el periódico que había dejado abandonado un cliente del hotel y yo había estado leyendo--: José Javier Abasolo, con sus novelas negras ubicadas en Bilbao, ha sido uno de los triunfadores de la Feria, agotándose todos los ejemplares de sus libros.
            --Ah, ¿es por eso? Pero si es todo mentira.
            --¿Cómo que es todo mentira?
            --Pues claro, pura publicidad. El periodista que ha escrito el artículo es amiguete y no iba a escribir que no me he comido un colín. Joder, eso hubiera sido la hostia y habría hundido mi reputación, así que mintió descaradamente y dijo que había sido el triunfador de la feria. Como el José Tomás --se rió de lo que pensaba que era un chiste genial.
            --No me creo que sea todo mentira.
            --Coño, Goiko, para ser un exertzaina y detective endurecido, a veces pareces más ingenuo que una monja de clausura. ¿Qué te crees, que los periodistas siempre dicen la verdad? Lo tuyo, chaval, es para mear y no echar gota.
            --No, no es eso --ahora llegó mi turno de sonreír--, sólo que en este caso tú eres el que más miente. Me he informado bien y sé que la noticia del periódico es cierta. Así que ya lo sabes, quiero mi parte. Eso fue lo que pactamos cuando accedí a contarte mis casos para que tú pudieras escribir novelas sobre ellos. O sea, que afloja la pasta y aquí paz y después gloria.
            --Pues va a ser que no --contestó atusándose el nudo de la corbata, como si quisiera impresionarme--. Si tan bien te has informado, sabrás que no apareces en mi última novela, UNA DEL OESTE, así que esta vez no te corresponde nada.
           
Intenté que no se trasluciera la indignación que sentía, pero no lo conseguí.
            --Ésa es otra de las razones por las que estoy cabreado contigo. ¿Se puede saber por qué cojones no he protagonizado UNA DEL OESTE?
            --En primer lugar porque el autor soy yo --me contestó el muy fatuo-- y yo decido quién sale y quién no sale en mis novelas. Y, por otra parte, no encajabas en ella. No eres ni juez ni profesor de Literatura, así que no tenía ningún sentido incluirte.
            --Un escritor de calidad, un escritor que sabe lo que tiene entre manos, tendría que ser capaz de encajar a su personaje principal en cualquier tipo de historia que escribiera --quizás me pasé al decirle eso, pero es que el tipo había conseguido ponerme de muy mala hostia. Aunque, por lo que pude comprobar, la mala hostia empezó a ser recíproca.
            --¿Ah, sí? ¿Con que esas tenemos? --dijo Abasolo, mientras se levantaba de la silla en la que había estado sentado todo el rato--, pues muy bien, señor Goikoetxea, creo que aquí se ha acabado nuestra relación. Que tenga usted un buen día.
            --Seguro que lo tendré --le repliqué--. Ahora podré buscarme un escritor de verdad, un buen escritor, para que transcriba todas las historias que aún me quedan por contar.
            Pensaba que con eso le había dejado hundido en la miseria porque volvió a sentarse, pero en lugar de ira o enfado lo que noté en sus ojos fue conmiseración y pena.
            --Entonces, ¿no lo sabes? --me preguntó sonriendo tristemente.
            --¿Qué es lo que tengo que saber?
            --Que no existes.
            --¿Cómo que no existo? No digas chorradas. ¿Cómo podría estar hablando contigo aquí, en este momento, si no existiera?
            --Porque soy un escritor tan bueno --me contestó sin ningún atisbo de pudor--, que no sólo hago creíbles mis personajes a los lectores sino que hasta ellos mismos se creen que existen de verdad, como es tu caso. Pero lo mismo que os he creado, puedo hacer que desaparezcáis. De hecho, en mi próxima novela, que va a ser una ucronía, y que transcurre en una Navarra independiente y de religión protestante durante la II Guerra Mundial, no vas a aparecer, lógicamente.
            Me di cuenta de que Abasolo no bromeaba al observar que, mientras estaba escuchando esas últimas palabras, empezaba a difuminarme. Había podido aguantar no protagonizar UNA DEL OESTE, pero no salir tampoco en la siguiente podría ser letal para mí.
            --Espera, espera --le dije al ver que volvía a levantarse--, podríamos arreglar esto, ¿no? Joder, no puedes dejarme así, soy tu personaje de más éxito, no puedes dejarme morir.
            --Es ley de vida --me contestó--, aunque sea una vida de ficción. La verdad es que lo siento, porque he disfrutado mucho contigo. Incluso, y eso también es cierto, en la última Feria del Libro muchos lectores me preguntaron cuándo ibas a protagonizar una nueva novela. Me temo que van a sufrir una decepción, pero así son las cosas, todo en la vida tiene un principio y un final.
            Iba desapareciendo, ya apenas me quedaba un resto de boca con el que desesperadamente le pedí que me escuchara, que tenía una nueva aventura que contarle y que quizás pudiera llegar a ser la cuarta novela de la serie de Goiko.
            --De acuerdo, creo que esto sí que te lo debo --aceptó condescendiente--, pero sé breve, no tengo mucho tiempo.
            No fui breve, pero no le importó. Me di cuenta de que empezaba a estar interesado cuando mi cuerpo volvió a su ser natural. o quizás, ahora que lo sé, tendría que decir que volvió a su ser de ficción. En fin, soy policía, no filósofo, así que tampoco le di muchas vueltas al tema. Cuando acabé de contarle la aventura, Abasolo sonrió abiertamente y dándome una palmada en la espalda me dijo que sí, que le gustaba la idea.
            --Habrá que pulirla, por supuesto, pero puede servir. Sí, puede servir. De hecho, ya tengo el título: DEMASIADO RUIDO. ¿Qué te parece?
            ¿Que qué me parecía? Pues que no me gustaba nada, pero no se lo dije. Al fin y al cabo lo importante es que había aceptado hacerme protagonista de una nueva novela, aunque tendría que esperar un tiempo a que se publicara, y de ese modo no desaparecería del todo. Y cuando llegara el momento ya se arreglarían los editores, que son más listos que él, para cambiarle el título.

            Mi rebelión no había triunfado, pero al menos había sobrevivido. Espero que en un futuro los lectores me lo agradezcan.

2 comentarios:

  1. ¡Qué grande eres Abásolo!. Me ha encantado eso de que eres tan buen escritor que hasta tus personajes se creen que son de carne y hueso.
    Es un chiste cojonudo, has pensado en dedicarte al humor.
    Sergio

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